No puedes seguirme, ni decirme quien ser. No puedes dominar mis sueños y mis ganas de vivir. No puedes deshacer los sueños que tuve sobre ti. O encima de ti. Arropada en tu pecho, como si el frío viento de otoño no llamara a mi ventana para advertirme sobre los monstruos que habitan dentro mío, que sólo quieren gritar que todo duele cuando te clavan estacas. Que llevamos horas tirados en la cama, ¡que se apañe hoy el mundo! que se independice de ti y de mí porque hoy no nos mueven ni las ganas de morderte. Porque, cielo, un sueño donde sales es como la mejor pesadilla. Me agota y me gusta, como el tiempo en mi cama contigo que me recuerda cruel que se irá a otro lugar mejor, sin mordiscos ni arañazos, sin pasión extrema que lo atormente. Y dejará detrás llantos y dolor.
Por suerte no puedes decir quién soy, ni puedes cambiar mi manera de pensar. Vístete que se me hace tarde y me tengo que despertar.
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(Hoy he soñado contigo, que te besaba y te hacía mío.)
